Dimelo al oido (Tango 1945) Canta Alberto Rivera con la Orquesta de Francisco Lomuto
Alberto Rivera cantó como se cantaba antes, con delicado modo y una fina interpretación, donde luce una media voz de bello tono, con una dicción clara y buena afinación. Era uno más de los tantos buenos cantores de una época dorada de nuestro tango, en la que los vocalistas se hacían junto a los músicos de la orquesta y se convertían en otro instrumento de la misma.
Nació en Zamora (España) y junto con su familia, arribó a Buenos Aires en 1930 y se radicó en la provincia de Santa Fe.
En 1931, comenzó a estudiar música y vocalización y, a los 17 años, se presentó a una prueba en la emisora LT3 de la ciudad de Rosario, donde salió airoso y con un contrato para actuar en distintos programas, con el acompañamiento de un conjunto de guitarras. Al año siguiente, fue contratado por la emisora LT8, Radio Cerealista.
Al llegar el año 1939, decidió ir a probar suerte a Buenos Aires, participando en distintos espectáculos y, en 1940, fue recomendado para realizar una prueba con el maestro Sebastián Piana, quien estaba formando una orquesta. El examen resultó exitoso y fue incorporado a la agrupación de Piana, compartiendo los temas vocales con la cancionista Nilda Peseo. En el mes de mayo, Rivera registró su primera grabación, la milonga “Betinoti”, dedicada al notable payador.
A fines de 1942, Francisco Lomuto, realizó una importante convocatoria de cantantes, para elegir quienes reemplazarían a sus consagrados Fernando Díaz y Jorge Omar, ambos se iban de la orquesta para armar un conjunto propio. Así fue que nacieron Los Diablos Rojos, una orquesta característica al estilo Feliciano Brunelli, con la dirección de Vicente Saturnini. Es importante recordar que ambos cantores estuvieron con Lomuto durante muchos años (Díaz 12 y Omar 8).
La convocatoria de Lomuto atrajo a una importante cantidad de aspirantes, tanto profesionales como aficionados. Finalmente, quedaron cuatro finalistas: Walter Cabral, Alberto Santillán, Carlos Galarce y Rivera, siendo estos dos últimos los elegidos. Debutaron en febrero de 1943, ante los micrófonos de LR3 Radio Belgrano.
Llegó al disco en marzo con la milonga “El niño Jacinto”, de Atilio Bruni y versos de Juan de la Huerta y el tango, “Ya sé que siguen hablando”, de Héctor Palacios e Iván Diez.
Ese mismo año logró su primer éxito con Lomuto con el tango “Sombras nada más” y, en 1944, registró a dúo con Galarce, la marcha “Cuatro de junio“; el disco tenía en su reverso, “La canción del deporte” que se hizo muy popular durante muchos años.
Más adelante, a raíz de la absurda censura establecida por el gobierno militar contra el lunfardo y la poética tanguera, grabó con una letra diferente, el tango “Mano a mano”. Otros éxitos discográficos fueron “Y sonó el despertador”, “Solamente ella” y “Desagravio”.
Galarce se alejó de la orquesta a comienzos de 1945, siendo reemplazado por Eduardo Inda, quien permaneció sólo un año y con quien Rivera grabó a dúo, “Mi moro”. En ese año, logró dos nuevos impactos con sus registros: “De igual a igual” y “Dímelo al oído”. Fueron 46 —contando los dúos—, las grabaciones que realizó con Francisco Lomuto.
Luego la orquesta se iría a España junto al autor Antonio Botta, para presentarse en distintos espectáculos, debutando en Madrid el 1 de mayo en el teatro, como Compañía Lomuto-Botta, también se presentaron en diferentes emisoras radiales. En ese viaje, la otra voz además de Rivera era la cancionista Chola Luna.
Al regreso, Lomuto disuelve la orquesta y hace un impasse hasta junio de 1948, cuando inaugura con su nueva formación los rediseñados estudios de Radio Belgrano. En esa ocasión vuelve a convocar a Rivera y a un cantante promisiorio: Miguel Montero. Además de Lomuto, compartieron la ocasión las orquestas de Francisco Canaro, Osmar Maderna, Horacio Salgán, Rodolfo Biagi y los cantantes Charlo, Juanita Larrauri y Alberto Castillo, entre otros.
Orquesta y cantor vuelven al disco y registraron su último tema en octubre de 1950, “Alma de loca”. Imprevistamente, el 23 de diciembre, falleció el director y Rivera quedó muy afectado, por un tiempo bastante prolongado se retiró de la actividad artística, reapareciendo como solista, casi diez años después, acompañado por un conjunto de guitarras.
En la década del 60 abandonó el canto definitivamente para dedicarse a una nueva actividad como animador y locutor. Lo hizo en importantes programas por LR5 Radio Mitre y LR3 Radio Belgrano.
Por último, no quiero cerrar esta breve crónica sin destacar las cualidades de la orquesta de Lomuto a partir de 1949. Porque más allá de las virtudes de su director, ingresaron a la misma notables músicos: Juan Carlos Howard (piano), Federico Scorticati, Alfredo Cordisco, Ramón Álvarez y Marcos Madrigal (bandoneones), Ernesto Gianni, José Carli, Carlos Taverna y Otelo Gasparini (violines), Alberto Celenza (contrabajo) y además, por supuesto, las voces de Alberto Rivera y Miguel Montero.
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